Molly esperaba a su amiga en
la parada de autobús. Tenía que esperar
porque su amiga estaba trabajando todavía, y a ella no le gustaba tomar el
autobús sola.
Mientras esperaba, Molly vio a un chico muy alto y
gordo que se acercaba a ella. ¿Quién
era? Molly no sabía. El chico se acercó a ella y le dijo
--Hola, señorita. ¿Tiene Ud. un dólar que me puede prestar?—
Molly nunca le daba dinero a los vagabundos, así que le dijo –No.—El chico le sonrió, le dijo –Dios la bendiga, Señorita-- y se alejó de ella.
Despues de un rato, una mujer
con dos hijos pequeños se acercó a ella.
“¿De nuevo?” Molly pensó.
--Señorita, Perdóname, pero no
tengo bastante dinero para el autobús.
¿Me puede prestar un dólar?—
--Si Ud. no tiene bastante
dinero, Ud. debe andar— Molly le dijo. La
mujer le dijo –lo siento. Dios la bendiga—y se alejó de Molly.
Después de un rato, la amiga
de Molly, Clara, se acercó a ella. Las dos chicas se sentaron en la banca de la
parada para esperar al autobús. Mientras
esperaban, otro chico se acercó a ellas.
--Señoritas, se me olvidó mi
cartera (wallet). ¿Es posible que Uds.
me puedan prestar dinero para el autobús?
Molly estaba en punto de decir –No—otra vez, pero Clara le respondió
--¡Claro que sí!—y le dio un
dólar.
--Clara, ¡no conoces al hombre! ¿Por qué le diste dinero a él?—
Clara le dijo
--Yo sé, hay muchas personas que no lo
hacen, pero para mí, cada hombre que veo puede ser Jesucristo, y cada mujer que
veo puede ser La Virgen María. Si puedo
ayudar a los pobres, siempre voy a hacerlo.—
Molly no sabía qué
pensar. ¡Qué amiga rara!
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